A partir de los años noventa, y como consecuencia de una aceptable estabilidad económica, en nuestro país surgieron oportunidades de emprendimiento. Estos negocios, impulsados por personas o grupos pequeños, surgieron para cubrir nichos comerciales dejados de lado por la crisis económica de los ochenta. Un ejemplo notable fue el de actividades de recreación y ocio, donde las nuevas generaciones encontraron oportunidades. Este cambio en la perspectiva laboral llevó a muchos jóvenes a abandonar la idea de ser asalariados en grandes empresas y optar por el desarrollo de su propio negocio. Con el inicio del nuevo siglo, este cambio de paradigma maduró, y hoy en día, un porcentaje significativo de jóvenes se prepara con el fin de desarrollar sus propios emprendimientos.
Sin embargo, un emprendimiento no se reduce a la sola intención de tener un negocio. Lograr el éxito implica tiempo, esfuerzo, recursos y enfrentar factores de riesgo que pueden limitar su crecimiento. La valla más importante sigue siendo la incertidumbre de no lograr los objetivos propuestos.
Los emprendimientos se consolidan principalmente como pequeñas empresas que deben enfrentar una serie de desafíos. Los principales factores de riesgo incluyen:
Estabilidad económica: Un escenario económico estable facilita al emprendedor el acceso a financiamiento en condiciones razonables, reduciendo la incertidumbre del mercado interno.
Apertura comercial: El comercio exterior brinda oportunidades para que un emprendimiento acceda a nuevos mercados.
Diversificación financiera: El mercado financiero actual cuenta con opciones especializadas para pequeñas y microempresas. Además, las líneas de crédito promovidas por instituciones públicas y privadas, a través de concursos, benefician las mejores ideas.
Las últimas generaciones no han experimentado crisis económicas severas, lo que los hace más proactivos y audaces al iniciar proyectos de emprendimiento. Esta mentalidad innovadora permite a los jóvenes afrontar riesgos con mayor valentía, impulsando así el crecimiento de nuevos negocios.
La burocracia y los procesos administrativos continúan siendo un obstáculo crítico para el desarrollo de emprendimientos. Las barreras incluyen:
Múltiples niveles de autoridad (nacionales, regionales y locales) que a menudo imponen requisitos redundantes.
La falta de coordinación entre instituciones obliga al emprendedor a realizar trámites repetitivos y tediosos.
Excesivos requisitos aplicados a negocios simples; por ejemplo, normativas desproporcionadas sobre seguridad o número de estacionamientos para pequeños emprendimientos.
La dificultad para formalizar un emprendimiento empuja a muchos hacia la informalidad. Este fenómeno genera limitaciones significativas, como:
Obstáculos para crecer al no poder trabajar con proveedores formalizados.
Acceso limitado a financiamiento, o bien obtención de créditos con costos elevados.
La imposibilidad de acceder a líneas de crédito promocional diseñadas para fomentar el emprendimiento.
El acceso a la educación superior se ha quintuplicado en los últimos 15 años, lo que contribuye al crecimiento de nuevos emprendimientos. Sin embargo, es vital mejorar la calidad educativa para que esta formación resulte efectiva. Además, la tecnología y el avance del Internet ofrecen una herramienta clave al emprendedor: acceso inmediato a información, exploración de mercados y desarrollo de alianzas que impulsan el éxito de cualquier emprendimiento.
Nos encontramos en un momento clave para definir políticas que fomenten el emprendimiento como motor del crecimiento económico. Para lograrlo, es necesario enfocarnos en:
Simplificar los procesos administrativos para la creación de emprendimientos.
Apoyar al emprendedor en la búsqueda de financiamiento accesible.
Impulsar la investigación académica como eje del desarrollo y la innovación en emprendimiento.
De este modo, se logrará un mayor número de pequeñas empresas formales, potenciando el desarrollo sostenible del país a través del emprendimiento.
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